
La vi pálida y flaca y con el pelo y la ropa ajados, como si durante días no hubiera comido ni se hubiera bañado, como si de repente fuera la ruina de si misma, como si una vejación le hubiera caído encima. Y sin embargo sus ojos brillaban, eso lo recuerda el con claridad, que al fondo de ese cuarto y desde ese rincón, ¿desde esa improvisada cueva?, los ojos de ella brillaban, como un destello malsano pero brillaban, como si la anemia que la agotaba no hubiera podido quebrantarle el ardor de la mirada, más bien por el contrario, en medio del súbito deslucimiento de su persona percibí en sus ojos un desafío que amedrentaba, un algo perturbador, de exesiva vibración, que hizo que mente evocara la palabra Delirio. Si; ella estaba poseída por algún delirio que le hervía por dentro con reverberación difícil, adversa.
Y sin embargo hacía solo cuatro días que el había salido de viaje y la había dejado pintando las paredes de la salita de su apartamento Verde Muzgo.