lunes, 26 de abril de 2010

"..Pero a pesar de todo, su conciencia conservaba plena claridad acerca de lo injusto, más aún, de lo absurdo de semejantes acusaciones, en las cuales reconocía perfectamente lo que en verdad eran: nada sino pretextos para un odio, que esta vez despertaba precozmente, y que en casos anteriores solo poco a poco se había adherido a sus sentimientos de amor. Lo que ahora experimentaba no era sino un ejemplo más del pavoroso vaivén de sus sentimientos, los cuales, frente a una misma persona, podrían oscilar desde la ternura dispuesta al sacrificio, desde la devoradora pasión, hasta la antipatía, la repugnancia, el rencor, la rabia, e incluso el deseo homicida.
¿ Y dónde- se preguntaba- reside al fin y al cabo la diferencia entre un deseo homicida y un homicidio?
Los pensamientos pasan: los hechos son irremisibles. "