martes, 3 de agosto de 2010

Locura Suicida

¡Qué jaqueca! todas estas noches no he logrado dormir bien. El insomnio es delirante, no puedo soportarme, quisiera salir de mi cuerpo o arrancarme lacabeza. Mi doctor dijo que me mudara, probablemente “recuerdos reprimidos” o“asociaciones inconscientes” y ese tipo de cosas hacen que no pueda dormirdesde que me mudé a esta habitación. ¡Qué tontería! ninguna persona podríadormiren este lugar. El ruido de los autos, las líneas del tren, los aviones quedespegan. Las pastillas que me recetó ese tipo no los callan, no puede existir unlugar con un bullicio más irritante.

Todo está en desorden, no tengo fuerzas para acomodar nada, he perdidomuchos kilos esta semana. Mi ropa limpia (así la llamo) está esparcida por todala cama… y yo encima de ella, me reconforta su olor, lo puedo sentirfuertemente, la suavidad, el detergente. Al no dormir puedo fijarme en detallesobsesionantes, el ardor de mis ojos se vuelve placentero, el cansancio de misbrazos es relajante, puedo formar figuras con la suciedad en las ventanas, vervolar a las moscas alrededor de un vaso. Mientras mi cuerpo se deshacelentamente, mi imaginación se vuelve más poderosa, escucho voces entre losruidos del tren, los aullidos del perro me parecen eternos lamentos de algúnalma atrapada en el limbo, o quizás, sea un alma la que asusta al perro y lohace aullar por desesperación. Solían contarme ese tipo de historia cuando eraniño, seguro mi abuela disfrutaba asustándome así, vieja podrida. Pero ahora laentiendo, es agradable asustar a quién puedas asustar, mientras lo puedashacer. Ella sigue viva, le enviaré mi novela de terror cuando la termine, tal vezla asuste, ojalá lo haga.

Sigo pensando mientras contemplo la habitación, podría abandonarme y sentircomo me desvanezco lentamente. El único que notaría mi ausencia sería mieditor, no entiendo cómo pudo alguien confiar en un tipo como yo, tampocoentiendo cómo mis últimos libros han tenido tantas ventas, fueron los peoresque he escrito, es frustrante que no valoren la novela en rimas que hice;demasiado trabajo, me pasé días enteros sin comer escribiéndola y no vendieron más que 15 ejemplares, por eso pasé varios días más sin comer por

no recibir ni una miserable moneda.

Me levanto, no sé como lo logré. Me siento en el escritorio. Debo terminar estanovelita. Me enferma tener que escribir sobre suspenso, terror y muerte, perovende y bastante, al menos puedo comer bien y tirar los restos por el cuarto, asípuedo ver más moscas jugar alrededor.

El protagonista está siendo perseguido por sus alucinaciones, no sé que tanoriginal es la idea de volver real un delirio, pero es lo que me inspira este lugar.“Locura suicida”, así la llamaré, es un buen nombre, atraerá a algún despistadoimpresionable.

La cabeza me vuelve loco, puedo sentir las venas de mi frente latiendo. Mi ojoizquierdo está cerrado, ese lado me duele más, el derecho está entreabierto, nosé guiñar, trataré de recordar la sensación, tal vez la pueda repetirla cuandoesté más lúcido y superar esa torpeza.

Lucién (así se llama mi protagonista) está huyendo de la dama vampira queimaginó, no tiene opción, su lujuria, sus demonios y sus temores lo terminaránasesinando. No sé como finalizarla, un suicidio sustentaría el título y unasesinato a manos de una criatura de moda sería comercial. Pero es muypequeña para presentarla aún. Colocaré algún capítulo en el intermedio paraengrosarla, alguna imaginación sin trascendencia, el problema del final lo dejarépara después, no tengo cabeza para ello.

Escribo:

Capítulo III (y el anterior III pasó a ser IV)

Lucién está atormentado por sus alucinaciones, nadie le cree, se sienteprofundamente abandonado y a la vez terriblemente acompañado por suscreaciones, no es dueño de ellas, no elige qué imaginar, expresan sudesolación, sus fantasías de niño, lo que antes destruía con sólo encender la luz.De alguna u otra manera eso sigue funcionando, el vampiro desapareció alamanecer y la serpiente gigante y viscosa encegueció con el reflector, así pudo matarla. Tal vez esa sea la clave, toda criatura oscura tiene que sucumbir ante

algún foco que se encienda.

Se va a su habitación, trata de dormir, desea que sean sus sueños los que sehagan realidad, antes solía tener algunos buenos. Pero no puede, como todaslas noches desde que aparecieron de sus extraños poderes. Si no consiguedormir, esta noche probablemente una criatura espantosa obtendrá vida desdesus delirios. Un perro ladra con insistencia, ruega que sea esa su imaginación ysólo necesitará un poco de veneno y carne para liberarse. Pero empieza arecordar las historias que le narraban, las almas que atormentaban a los canesde su abuela.

Está viendo a una señora delgada, no tiene pies, el vestido negro, gastado ysucio está flotando en el aire, eso es espantoso. La piel entre celeste y morada,parece llena de hematomas. Las uñas largas y sucias con algunos restos depintura, los brazos huesudos y el cuello arrugado. Tiene un pequeño agujero enel abdomen, parece de bala. El cabello largo le llega hasta la cintura, lesorprende lo negro que es, jamás había visto algo tan oscuro, parece la vista deun profundo abismo, no tiene brillo alguno. Los labios resecos y morados, elrostro pálido y lleno de maquillaje, parece que se ha corrido por sus lágrimas. Lamirada es lo más impactante, fría, sin emociones, fija en la de Lucién, él nopuede escapar de ella, los ojos amarillos y los iris escalofriantemente acuosos ycelestes.

Se acerca hacia él que está paralizado y sudando, está apunto de tocarlo.Lucién reacciona y trata de correr, hacia atrás no puede, trata de esquivarla y laatraviesa. Queda sorprendido. ¿Es un fantasma real o uno producido por sualucinación?

¡Joder!, ese perro no deja de ladrar, ya hizo bastante con inspirarme para estecapítulo. Estoy demasiado débil como para ir a callarlo. Quisiera ser Lucién yalucinar a un chupacabras que se lo coma. Tendré que ir yo mismo, si pudepararme hace rato para escribir tonterías podré hacerlo para silenciar a ese animal.

Me levanto, camino hacia la puerta de la habitación, el perro está en la azotea,

mi vecino nunca está en su habitación, sólo viene a darle de comer al perro

Abro la puerta sólo lo suficiente para poder escabullir mi demacrado cuerpohacia el pasadizo. Subo las escaleras, mis sandalias producen un ruidoinsoportable y los escalones me parecen infinitos.

Al fin está frente a mí el perro y sigue ladrándome tan insistentemente que mesiento odiado y rechazado, es ridículo que un animal me haga sentir eso.¡Cállate!, trato de gritarle, eso parece no funcionar. El animal está ladrandocada vez más fuerte. Me acerco a él para acariciarlo. Al momento de agacharmeme doy cuenta que ladra hacia atrás de mí. Eso hace que el cuerpo se me escarapele.

El perro se aleja, se coloca al borde de la azotea, deja de ladrar y empieza aaullar mientras se recuesta. Yo no puedo más que mover las piernas paraseguirlo, qué estará pasando. Tengo demasiado sueño, la conciencia meabandona por ratos, esto es demasiado para mí. No quiero voltear, me acerco alperro, trato de tocarlo y me duele el lado izquierdo de la cabeza, es un hincón tan fuerte que hace que retroceda un poco. De repente siento que algo gélidorecorre mi cuerpo, el perro ladra con más insistencia, yo estoy paralizado y muyfrío. El perrito retrocede, está a punto de caer, yo lo sigo, las ganas de salvarloson mi excusa perfecta para armarme de valor y moverme, pero sigo sin mirarhacia atrás. La imagen del fantasma que veía Lucién se me hace muy viva enestos momentos, ¿qué este es frío inmenso que me abraza, será ella o seré yoque estoy casi muerto?

Al moverme siento que el frío me acompaña, el perro se desespera aún más, suexpresión realmente me aterra, no quisiera estar viendo lo que él ve, no quierovoltear por nada del mundo.

Me acerco más a él y el frío parece seguirme. Me parece que el animal estállorando, sé que no me mira a mí, su mirada está ligeramente desviada haciaatrás de mí, sobre mi hombro. La pequeñez de la desviación de su mirada esespantosa. No lo soporta más, voltea y se lanza, no sobrevivirá, el edificio tiene6 pisos. Yo lo sigo tratando de cogerlo pero no puedo alcanzarlo. Está allí en la calle, muerto, mientras yo inclinado en el borde de la azotea, viéndolo.

Pero escucho ladridos, atrás de mí, no puede ser, volteo y lo veo,no lo puedocomprender. El perro está en la azotea, me ladra con furia, me asusto y pierdo el equilibrio. ¡Demonios! Estoy cayendo de espaldas hacia la calle, miro hacia ella y ya no hay ningún perro muerto, miro hacia arriba y hay una mujer mirándome o quizás un perro, ya no importa qué sea…