sábado, 20 de marzo de 2010

Vapor...


El vapor me humedeció la nariz y la frente y, sin embargo, no sentí nada. Como si mi mente se hubiese olvidado de volver a meter algo. Mi estómago bullía cada vez más.
Me acerqué la taza a los labios y la dejé allí, en el labio superior, justo donde quemaba, para sentir el dolor y despertar y volver a ser Micky. Micky en casa, Micky en el colegio, Micky en el trabajo. Pero no conseguí nada de eso; y aunque hubo dolor, lo registré a unos centímetros de mí, cerca de la marina que colgaba sobre la mesa de la cocina. “Vuelve, dolor”, pensé. Y quédate conmigo. Quiero sentirte dentro de mí, no ahí afuera. Pero el dolor no se movió. Dijo: “Lo lamento, pero no te conozco”. El vapor me arrancó las lágrimas, pensé, debían de haber creído que eran mías, ya que salían de mí, pero cuando abandonaron mis ojos y vieron la cara que había debajo, se negaron a rodar por ella, ya que era una cara extraña, y por eso no lloré.
Me seguían temblando las manos, pero sabía que temblaban porque pertenecían a otra persona y porque querían que esa persona regrese.
El café en mi lengua. Empecé a flotar en un abrir y cerrar de ojos……